La felicidad de Séneca
Capítulo I: La búsqueda equivocada de la felicidad
Séneca abre su tratado con una reflexión dirigida a su hermano Galión, afirmando que aunque todos los hombres desean ser felices, pocos saben realmente en qué consiste la felicidad y cómo alcanzarla. Subraya que muchos, al buscarla, toman caminos erróneos, lo que los aleja aún más de ella. Critica la tendencia humana a seguir ciegamente a la multitud y a dejarse llevar por la opinión común, sin detenerse a reflexionar sobre el verdadero sentido de la vida. Esta imitación acrítica de los demás lleva a una existencia superficial y vacía. Séneca sostiene que, para vivir bien, es necesario tener claridad sobre lo que se busca, elegir con cuidado el camino a seguir, y dejarse guiar por la razón y la experiencia de los sabios. Al ignorar esto, la vida humana se desperdicia en esfuerzos inútiles que no conducen a ningún fin noble.
Capítulo II: Contra la opinión del vulgo
Aquí Séneca profundiza en su crítica a la opinión de la mayoría, argumentando que no se debe considerar como verdadera o buena una idea solo porque muchas personas la sigan. De hecho, sostiene que cuanto más común es una creencia, más probable es que sea errónea. La mayoría de las personas persiguen placeres, honores o riquezas, creyendo que en ello está la felicidad, pero esto no es más que una ilusión. Propone que cada persona debe dejar de imitar a los demás y buscar la verdad dentro de sí misma, a través del juicio racional. Solo la introspección y el ejercicio de la razón pueden llevar a la verdadera felicidad, que no se halla en lo externo, sino en una vida guiada por la virtud y la sabiduría.
Capítulo III: La vida conforme a la naturaleza
Séneca introduce aquí el concepto central de la filosofía estoica: vivir conforme a la naturaleza, es decir, en armonía con la razón y la virtud. Rechaza las opiniones de otros filósofos para centrarse en su propia visión, alineada con la escuela estoica, pero con libertad crítica. La vida feliz, sostiene, es aquella en la que el alma está sana, fuerte, libre de miedos y deseos, y capaz de resistir la fortuna sin alterarse. Esta felicidad no depende de factores externos, sino de una disposición interior firme y equilibrada. Al desechar los placeres efímeros y las preocupaciones materiales, el sabio encuentra una alegría profunda, serena y duradera, basada en la autodisciplina, la constancia y el dominio de sí mismo.
Capítulo IV: La firmeza del alma como definición de felicidad
En este capítulo, Séneca ofrece varias formulaciones de lo que considera el "sumo bien" o el ideal supremo de la vida humana. Todas coinciden en que la felicidad consiste en la fortaleza del alma, la autosuficiencia, y la libertad interior. El hombre feliz es aquel que ha conquistado sus pasiones, que no se deja perturbar por el dolor ni seducir por el placer, y que se basta a sí mismo. Para Séneca, la verdadera dicha no se basa en la acumulación de bienes, sino en el desprecio razonado de ellos. El sabio es libre porque ha aprendido a dominar sus deseos, y esta libertad interior lo convierte en invulnerable ante los cambios de la fortuna. El placer es considerado un amo inconstante y peligroso, del que es necesario liberarse para vivir en plenitud.